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viernes, 17 de agosto de 2012

Sobre la parca y nuestros caprichos.


No quiero que la vida me enseñe a superar los duelos de la muerte, no quiero que con cada fallecimiento venga un arrepentimiento y sienta un despropósito atorado en la garganta. Quiero, y así será, que de estas dos llamas extintas muchos aprendamos a reencontrar en los demás las raíces que la falta de tiempo nos hace olvidar.

Hace un año y unos meses (octubre del 2011) me encontraba en una tarde muy lluviosa saliendo con mi padre del portal a un destino lamentable: Mi primo David Alejandro, fuente de alegría para mis tíos y toda la familia por ser la imagen de cada uno de nosotros, falleció por cáncer en el cerebro, y estábamos a pocos minutos del sitio donde lo velarían y posteriormente enterrarían.



Su alegría, ingenio, agilidad, energía y carácter se fueron sepultando por lo que inicialmente fue un dolor de cabeza continuo en sus horas de juego, para convertirse en nuestro dolor de alma al ver su entusiasmo esfumarse como vapor en los tubos que se conectaban de su pequeño y pálido cuerpo.


Fueron 25 minutos de risa y llanto los que recorrimos para llegar a aquel "parque funerario" donde nos esperaban familiares que habían andado muchos kilómetros sólo para brindar apoyo a aquella pareja joven cuyo primer hijo yacía en un ataúd tan pequeño como para pensar que era irreal.

"El cáncer es engañoso: nunca abandona el cuerpo" Decía mi padre entre lágrimas.

Al otro día, mientras las rosas y la tierra caían sobre el ataúd de mi primo viví uno de los momentos mas tristes de mi existencia: El miedo de que un cercano muriera se estaba plasmando de una manera tétrica. Ahí descubrí que mas que a morir, tengo miedo a ver morir a mis seres amados.

Hoy, dieciséis de agosto falleció una joven con la que compartí 13 años de mi vida. Una enfermedad cerebral le había impedido hace mas de un año alterarse, emocionarse, enojarse o realizar algún esfuerzo ya que ello le afectaba seriamente: tuvo que retirar sus estudios y mantener reposo continuo. Fue una estudiante aplicada, inteligente, alegre y amable: su hermosa sonrisa y sus grandes ojos acompañaban perfectamente esa calma que le caracterizó.

Resultó doloroso escuchar de mi padre tan triste noticia, pero lo peor estaba por venir:  Avisarle a mis compañeras, recordar lo mejor de aquellos 13 años, ver las fotos ... y la ira:  El enojo con el mundo por la muerte de dos grandes personas en menos de un año, sentir que su tiempo en este mundo fue cortado injustamente y no tener a quien culpar; Pensar que no hicieron todo lo que planeaban y que aún así permanecerán en la memoria de tantos.Tras todos los reclamos hechos al aire viene mi propia insatisfacción:
¿Realmente pasé el tiempo que pude junto a ellos?







Gracias por haber dejado tan gratos recuerdos en nuestra vida y recordarnos el valor de vivir a pesar de las dificultades. No los olvidaremos.

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